martes, 8 de diciembre de 2009

María nuestra Madre.

Cuando estaba Jesús en la cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado, nos representó a todos en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por los años que restaron hasta su Asunción al Cielo.

María se transformó así no sólo en nuestra Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre terrenal, de nuestro padre, de nuestros hermanos, de nuestros amigos y hasta de las personas que no nos caen bien… ¡de todos!

¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también! María es el tesoro más grande que Jesús pudo habernos entregado, es la Madre Amorosa,la Embajadora, Abogada, Intercesora, Mediadora. ¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez?
María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos, sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido. ¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que además es nuestra defensora ante Su Trono?



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