martes, 11 de enero de 2011

Estar en paz...

No te midas por tus logros. Si lo haces, puedes caer en la tentación de poner tu ego en primer lugar, sentirte especial y esclavizarte a tener que ser exitoso todo el tiempo; o, al contrario, desvalorizarte por tus errores. Trata de sacar una enseñanza de cada situación. No es tan importante lo que te sucede, sino el mensaje que te deja. De esta forma, todo será valioso, más allá de que lo consideres malo o bueno.

Abandona la necesidad de tener razón. Nada nos quita más energía que tratar de defender a toda costa nuestras razones, porque eso nos deja en las puertas del conflicto. Esto no significa dejar de expresar lo que pensamos y sentimos, sino permitir que los otros tengan su propia versión de las cosas.

Cuestiona a tu mente. No todo lo que la mente nos dice es verdad. Por eso, antes de dar una opinión, pregúntate si eso piensas en verdad o es sólo el desahogo de un enojo o una frustración. Los juicios apresurados contaminan a otros y terminan por nublar nuestra mente.

Aprende a decir basta. Nuestro ego siempre quiere más: más afecto, más dinero… ¡más de todo! Y cuanto más tenemos, más ocupados estamos y menos espacio le dejamos a la paz. “Basta”, “hasta aquí” y “no más” son expresiones necesarias para mantenernos con bienestar interno.

No guardes rencor. Perdonar nos da paz interna, pero no siempre estamos listos para hacerlo. En ese caso, al menos debemos responsabilizarnos por lo que sentimos y no culpar a otros. Para liberarte del rencor sin dañar a nadie, respira hondo, practica algún deporte o reconéctate con la naturaleza en algún espacio verde. Al suavizar tus emociones, te será más fácil mirar con compasión lo que antes te quitaba la paz.

Agradece cada día. Al despertar, no saltes de la cama. Dedica unos minutos a imaginar cómo será tu día. Quédate sólo con lo bueno, y agradece porque así será. Agradecer nos despierta emociones y pensamientos positivos, nos da bienestar y nos aleja de lo negativo.

Consiéntete. No sólo tenemos jefes a los cuales obedecer y asuntos que atender. A veces somos demasiado severos con nosotros mismos. Permitirnos tiempo libre, cultivar una afición, conectarnos con gente diferente o visitar lugares nuevos nos ayuda a recuperar la espontaneidad. Y no hay mejor sensación que ser y actuar como uno es en realidad.Extraído de la revista Selecciones