martes, 5 de julio de 2011

Cien años mostrándose al mundo: Machu Picchu

Una historia de aventuras, secretos y no poca buena suerte llevó hace cien años al explorador norteamericano Hiram Bingham hasta las alturas de la selva de los Andes del sur de Perú, donde se encontró con la ciudadela Inca de Machu Picchu, considerada una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo.

Machu Picchu marca un antes y un después para el turismo en Perú y, aunque ahora es visitada por casi un millón de personas al año, pocos conocen la historia que llevó a Hiram Bingham a esa ciudadela perdida, pero no totalmente desconocida, durante cuatro siglos.
Fue en 1911 cuando este profesor de la Universidad de Yale ascendió hasta la cumbre de la "montaña vieja" (la traducción al español del quechua Machu Picchu) para encontrarse con las ruinas de las construcciones incas cubiertas por la vegetación selvática de la región peruana del Cuzco.


Pero, en realidad, fue casi una casualidad la que llevó a este explorador y aventurero, que se había interesado en la historia de Latinoamérica a partir de su admiración por el libertador Simón Bolívar, a dar con la "Ciudad perdida de los Incas".

El norteamericano buscaba en realidad Vilcabamba, la ciudad perdida mencionada en las antiguas crónicas como el último refugio de la resistencia indígena, liderada por el Inca Manco, contra los conquistadores españoles.

Bingham, que recorría el sur peruano en una expedición patrocinada por la National Geographic Society, llegó a las cercanías de las ruinas después de recorrer a pie y a lomos de mula los 112 kilómetros desde la ciudad del Cuzco.

Contaba para su exploración con los valiosos testimonios de numerosas personas, entre ellas del joven académico norteamericano Albert Giesecke, por entonces rector de la Universidad del Cuzco, quien le dio las referencias para ubicar a un campesino que le había hablado de unas antiguas ruinas.

Precisamente, ya en la zona del río Urubamba, Bingham encontró a Melchor Arteaga, el indígena que poco después lo guió a él y al sargento peruano Carrasco hasta la cima de la montaña donde se encontraba el sitio arqueológico.

Pero a partir del descubrimiento inesperado, que en un primer momento mantuvo en absoluto secreto, Bingham preparó una segunda expedición, que realizó en 1912, y que terminó dándole fama mundial cuando publicó sus resultados en un número especial de la revista de la National Geographic Society.

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